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Las tres opciones más atractivas para cultivar forrajes suplementarios

La constante alza de los requerimientos nutricionales de los bovinos y la baja disponibilidad de superficie destinada a praderas, entre otras causas, ha llevado a que los productores ganaderos deban acudir al cultivo de forrajes suplementarios. A continuación, Marcelo Doussoulin analiza las tres opciones con mejor potencial de desarrollo.

La baja eficiencia en el uso de las praderas, el aumento en los requerimientos nutricionales de los animales y la escasez de superficie para la explotación ganadera o lechera, son algunos de los factores que han llevado a los productores a comenzar a utilizar cultivos forrajeros suplementarios.

Estos cultivos tienen la particularidad de no ser sólo útiles en épocas de escasez de forraje como verano o invierno, sino también de ser utilizados como parte de la dieta del ganado de manera estable durante todo el año.

Dentro de los principales cultivos forrajeros suplementarios destacan el maíz, las gramíneas anuales y las brassicas forrajeras, alternativas que serán descritas a continuación:

Maíz

De acuerdo a Marcelo Doussoulin, ingeniero agrónomo MSc., director del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, el maíz es el principal cultivo forrajero suplementario utilizado en las explotaciones ganaderas y lecheras.

Debido a la alta demanda energética que tienen los animales, la baja producción de la pradera en invierno y verano y la alta eficiencia que existe en la conservación de forraje, el maíz se ha convertido en el principal actor de las dietas suplementadas en bovinos de leche y engordas. “Con el maíz se obtiene la unidad energética más barata por unidad de superficie. Es decir, por sus altos rendimientos, el costo por mega caloría de energía metabolizable —unidad de medida energética— es incomparable a otros cultivos”, afirma el experto.

Y es que las praderas tienen concentraciones energéticas que fluctúan entre 2,4 y 2,5 Mcal EM por kilogramo de materia seca, mientras que el maíz concentra entre 2,7 y 2,8 Mcal EM/Kg MS.

Además, gracias a los importantes avances tecnológicos que se han desarrollado para este cultivo, los productores pueden alcanzar, en la actualidad, grandes producciones (entre 25 y 30 ton/ha), las cuales tampoco son comparables a otros cultivos.

Una gran ventaja que presenta este cultivo, es que su conservación como ensilaje se desarrolla de manera muy eficiente, debido a los altos niveles de carbohidratos que entregan los granos, en general. Además, es un cultivo de corta duración, por lo que completa su ciclo entre 90 y 150 días, dependiendo el tipo de híbrido utilizado.

El ensilaje puede realizarse utilizando la planta completa o bien el grano húmedo, siendo el primero el más utilizado. El grano húmedo resulta bastante más atractivo de utilizar, como concentrado en la dieta de los animales, que el grano seco, ya que los costos para su obtención son más bajos. “Para grano húmedo, se cosecha en el campo y se ensila directamente, evitando un costo de entre 40 y 50 pesos por kilo. En el caso de querer utilizarlo como grano seco, se deben considerar gastos por el secado del grano, transporte y pérdidas de almacenamiento. Además, este ensilaje es muy atractivo gracias a sus altos niveles energéticos, pudiendo entregar alrededor de 3,4 Mcal EM/kg MS. De igual forma, puede ser utilizado tanto en sistemas de producción de carne como también en lechería”, explica Doussoulin.

Una de las principales desventajas que presenta el cultivo del maíz para estos fines, es su alto costo de inversión, lo que termina por alejar a muchos pequeños productores. De acuerdo a Marcelo Doussoulin, se necesitan entre $1 millón y $1,3 millones como capital inicial para producir altos niveles productivos, por lo que su uso está limitado a quienes puedan pagar esa cifra. Otro factor que limita su cultivo, es la disponibilidad de agua de riego. Por lo mismo, no contar con ese recurso en verano hará inviable su cultivo.

El alto grado de tecnología que requiere el cultivo del maíz para alcanzar altos rendimientos que resulten rentables para el productor, ha hecho que sólo quienes dispongan o puedan acceder a ella, se arriesguen a apostar por este cultivo suplementario.

Según el especialista, lo más importante a la hora de cultivar el maíz como alternativa para la suplementación, es cuidar la fertilización y el riego. “El maíz es exigente en nitrógeno, por lo que normalmente se deben aplicar entre 300 y 350 unidades de nitrógeno por hectárea para alcanzar los rendimientos que se buscan. En cuanto al riego, no hay que descuidarlo, especialmente durante la polinización y el llenado de granos”, agrega Doussoulin.

Gramíneas anuales

Dentro de este grupo destacan la ballica y la avena, las cuales poseen una plasticidad respecto a su uso. “Ya sea para pastoreo, ensilaje o heno, la plasticidad de estas gramíneas permite jugar bastante con factores como la carga animal y el uso que se le dará”, explica Marcelo Doussoulin.

Y es que las gramíneas anuales pueden ser utilizadas para suplementar las dietas, como forraje verde con pastoreos o soiling durante el periodo invernal. También pueden ser usadas para conservación de forraje, ya sea como ensilaje o heno a fines de primavera.

Además, para la zona centro-sur, existe otra ventaja que reafirma su preferencia. Y es que las gramíneas pueden complementar una rotación de cultivo en conjunto, por ejemplo, con el maíz. “Cuando se cosecha el maíz en marzo, se pueden sembrar estas gramíneas, las que alcanzan a crecer para ser cosechadas durante invierno o justo antes de comenzar la siembra de maíz. Entonces, en un año calendario consigues dos cultivos en el mismo suelo, lo que aumenta la eficiencia del sistema productivo”, explica el experto.

Este no es el caso de la zona sur, especialmente de Osorno y Valdivia, donde la siembra de las gramíneas debe atrasarse debido a la falta de riego. Así, la opción de complementar con maíz casi se descarta por completo.

Por esta razón, el especialista dice que es clave realizar una siembra temprana de las gramíneas para cumplir con todos los objetivos. Idealmente, la siembra debe realizarse durante comienzos de otoño (marzo). Así, las plantas se desarrollarán antes de comenzar el invierno, momento en el cual serán entregadas a los bovinos.

Otro problema que se debe evitar, en el caso de la avena, es la falta de fertilización. “La avena tiene fama de ser rústica, por lo que a menudo se olvidan de la fertilización. Sin embargo, la realidad es que, al igual que en otros cultivos, ésta es necesaria. De hecho, si no hay una fertilización adecuada, no se alcanzarán los valores productivos que se buscan”, asegura Doussoulin.

Cuando el cultivo de ballica anual o avena se realiza considerando las recomendaciones de fecha de siembra y fertilización, se pueden obtener rendimientos que varían entre 5 y 12 ton MS/ha. Esto dependerá, en gran medida, de la especie que se haya cultivado y del cómo se haya utilizado. Y es que sólo el hecho de realizar usos invernales afectará los rendimientos finales. Desde el punto de vista nutricional, se pueden lograr 2,6-2,8 Mcal EM/kg MS, 17%-25% de proteína cruda y 35%-45% FDN, dependiendo de la época y del estado de desarrollo que se tenga al momento del uso.

La importancia de las gramíneas anuales es que aportan forraje verde de buena calidad, en una época en que la disponibilidad de la pradera es baja, lo que permite complementar muy bien dietas de ovinos en el período periparto, recría de vaquillas de reposición en condiciones de pastoreo o en sistemas lecheros estabulados, como soiling. Otro aspecto a considerar, es que pueden aportar altos volúmenes de forraje para conservar a fines de primavera.

Brassicas forrajeras

Para Marcelo Doussoulin éste es el tercer grupo en importancia para la suplementación con cultivos forrajeros. Dentro de este grupo destacan el nabo-rutabaga, el raps y las coles forrajeras, las cuales se caracterizan por aportar un forraje de buena digestibilidad, bajo nivel de fibra, tener una buena concentración energética y una concentración proteica aún mejor. “En términos generales, los nabos y coles pueden aportar entre 2,7-2,9 Mcal EM/kg MS y 15% de proteína cruda. El raps forrajero, por su parte, 3-3,1 Mcal EM/kg MS y 15%-25% Proteína cruda. Ambos grupos aportan 15%-20% FDN, lo que es muy atractivo como forraje suplementario”, afirma el experto.

Las fechas de siembra varían según la especie y éstas determinan la época en la que podrán ser utilizadas como suplementos. Por ejemplo, los nabos son sembrados en primavera para luego ser utilizados en verano. Las coles, por su parte, son sembradas en primavera y se utilizan en invierno (fines de otoño).

El raps, en tanto, destaca por su amplia época de siembra y posibilidad de rebrotar, características que nabos y coles no tienen. “El raps se puede sembrar en primavera y otoño, por lo que puede ser utilizado como suplemento de invierno o de verano, dependiendo de la fecha de siembra”, agrega el especialista.

Respecto a la fertilización, las brassicas son menos rústicas en comparación a otras especies como la avena. Por lo mismo, requieren importantes cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio para desarrollarse bien. Pero eso no es todo: además, son más exigentes en micronutrientes, especialmente azufre y boro.

Una de las principales complicaciones que presenta este cultivo, es que en la actualidad casi no existen herbicidas para el control de las malezas.

A esto se agrega otro factor: su siembra es compleja. “Se necesitan sembrar entre 2 a 3 kilos por hectárea, de una semilla muy pequeña, por lo que esparcirla sobre la superficie de manera homogénea resulta casi imposible si no se cuenta con equipos especializados. Por lo mismo, muchas veces se termina utilizando una mayor dosis de semilla que la recomendada, lo que podría afectar el correcto desarrollo del cultivo”, explica Doussoulin.

Los costos promedios para la siembra de una hectárea de brassicas llegan a $500.000. “Por lo mismo, se considera un cultivo costoso, al evaluar el costo por kilo de materia seca producida”, agrega Marcelo Doussoulin.

En cuanto a los niveles productivos, las producciones de estos cultivos son consideradas medias-altas, es decir, producen entre 6 y 10 toneladas por hectárea, en caso de raps, y entre 8 y 18 para nabos y coles.

De acuerdo al experto, éstos no son cultivos con los que se pueda sostener un sistema productivo durante todo el año, a diferencia del maíz. Y es que su uso es exclusivamente estratégico para aquellos periodos en los que la suplementación es necesaria por la disminución de oferta de forraje en las praderas.

Fuente: Diario El mercurio
Periodista:Daniela San Martín
Martes, 17 de febrero de 2015