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Sobre el “Uso en la agricultura de microrganismos inductores de genes de resistencia en plantas”, realizó su ponencia de forma virtual el Dr. Ernesto Moya Elizondo, quien participó como Ponente en el III Simposio Internacional de Parasitología Agropecuaria y Forestal y la 3ª Reunión Interinstitucional de Cuerpos Académicos, organizado por la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, la Universidad de Guanajuato y la Universidad Autónoma de Baja California.

Dada la relevancia del tema presentado por el investigador quien ahondó sobre los inductores de resistencia que ayudan a las plantas a superar las condiciones adversas del ambiente, el comité organizador la actividad le entregó un reconocimiento especial.

Mayores detalles de lo que fueron las jornadas y ponencias compartimos el siguiente link, (Ponencia del Dr. Moya alrededor de las dos horas).

Ver presentación

Debido a que el cambio climático genera variaciones en los gases de la atmósfera, en las temperaturas ambientales y con ello aumenta o disminuye la humedad o la sequía de la tierra, existe una incidencia directa en los insectos plaga y enfermedades, que al mismo tiempo causan impacto en los suelos, cultivos y ecosistemas en general.

Así lo explica el académico del Departamento de Producción Vegetal, Dr. Gonzalo Silva Aguayo. “Los cambios extremos en el clima impactan directamente en la generación y/o dispersión de plagas y enfermedades en las plantas. Por ejemplo, hoy en día se están utilizando coberturas en frutales y cultivos donde se busca disminuir el impacto de los rayos solares o el granizo en los frutos, pero algo está pasando con los insectos abajo. Entonces, en teoría, como los insectos se orientan por la luz y si nosotros estamos filtrando luz a través de las coberturas o mallas para poder disminuir el efecto negativo de la temperatura o del granizo, al mismo tiempo, a lo mejor estamos modificando el microambiente del insecto”.

El experto va más allá y señala que la simple salida del fenómeno de La Niña (luego de 3 años, caracterizándose por el aumento de las temperaturas y por ende las sequías) y la llegada de El Niño (que se asocia a mayores precipitaciones en el centro-sur del país), provocan alteraciones en las plagas y enfermedades de las plantas cultivadas.

“Cualquier factor que cambie las condiciones climáticas va a afectar a los insectos. Chile tiene la característica que por tener un clima mediterráneo, el invierno corta todos los ciclos. Por ejemplo, el invierno que tenemos hace que no tengamos mangas de langostas, que son estas nubes de langostas que se ven en otros países, pues nosotros tenemos el insecto pero por una condición climática, afortunadamente no tenemos mangas, como si se registran en Argentina”, explicó el Dr. Gonzalo Silva, quien además destacó que en este contexto cambiante del clima, debe aplicarse más o menos insecticidas.

“Y cuando llegamos al tema de los insecticidas o biopesticidas tenemos un aspecto complejo que se relaciona con la resistencia. Un colega mexicano me preguntó ¿cuántas veces aplicas insecticida contra la mosca blanca?  y le contesté 3-4 veces al año. Me dijo que él lo aplicaba al menos 18 veces en el año, pero porque allá permanece todo el año, dadas sus condiciones climáticas, por lo que han desarrollado mucha resistencia por el uso frecuente de insecticidas. Afortunadamente, el clima que tenemos en nuestro país hace que tengamos menos plagas y resistencia a los insecticidas. En este ámbito Chile no se compara con los problemas que enfrenta Brasil o México que son países más tropicales, pero ojo que si cambia el clima a uno más seco es beneficioso para las plagas, mientras que un año húmedo lo es para enfermedades”, precisó.

Sobre estas temáticas y sus recientes investigaciones estará exponiendo el Dr. Gonzalo Aguayo en el III Simposio Internacional de Parasitología Agrícola, que se realizará próximamente en la Universidad de Colima en México y donde el académico hará una ponencia magistral sobre el “Efecto del cambio climático y algunos manejos de mitigación de altas temperaturas en la artropodofauna asociada a frutales”.

Por Francisca Olave Campos
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